Friday, January 2, 2015

Entrando al Bosque de Ylonka Nacidit Perdomo

Por Jeannette Miller


En República Dominicana hablar de Ylonka Nacidit Perdomo es hablar de muchas cosas. Escritora, investigadora, periodista y activista cultural, promotora de la literatura femenina dominicana, persona solidaria y desinteresada en cuanto a compartir sus hallazgos… estas y otras cualidades la ponen presente en un medio cada vez menos dado a la lectura.  
Pero a Ylonka eso no le quita el sueño; ella, como muchos otros, entre quienes me encuentro, sin despreciar el texto digital,  cree en la permanencia del libro impreso, pues recordando una frase  del español Carlos Bousoño: “un solo lector justifica el trabajo literario”.
Y es así, porque todo el que escribe lo hace inicialmente para sacar cosas que tiene dentro, que le oprimen, y que forman parte de su esencia como ser humano,
Durante el proceso de la escritura esta necesidad inicial va atrayendo recuerdos y vivencias afines, como cuando se tira una piedra en un estanque y va formando círculos concéntricos que se amplían, por lo que un escrito, aunque esté inspirado en determinada realidad, nunca es esa realidad, pues ya, al ser libro, resulta ser una realidad independiente. 
En esta ocasión, después de haber desenterrado a importantes figuras de nuestras letras, y el mejor ejemplo es el caso de Hilma Contreras. Ylonka publica un libro de su autoría, que excede el formato de sus libros anteriores, y que como siempre, resulta ser una edición bellamente cuidada, en la que las viñetas que acompañan a los números de página flotan como un valor visual independiente.
El libro tiene un nombre poético y sugerente: Dentro del bosque. Y está formado por lo que la autora denomina Soliloquios, ideas atrapadas al azar y que luego presentan un hilo conductor que las unifica: una preocupación profunda y descarnada, sobre la vida y la muerte, la fe y la rebeldía, disconformidad ante lo que no acabamos de comprender o aceptar.
Dedicado a Silvia Troncoso, declamadora, directora del Teatro Nacional…a quien recuerdo con admiración y aprecio, Silvia es la amiga que fallece a destiempo consciente del proceso que la va socavando y este proceso es compartido con Ylonka mediante conversaciones, donde sombras y luces forman un tejido inseparable, similar al que proyectan los árboles enormes y frondosos a la hora del mediodía.
Los primeros textos de  Ylonka aluden a la creación bíblica del mundo, cito:
“La tierra por doquier era un ámbar dorado;
era una severa escultura de criaturas dibujada
para el temible castigo de los siglos
 donde solo el árbol, el árbol espectral,
sería fértil.
Pasaron los siglos, y llegó el día viernes,
y el viernes trajo
al sueño empinado sobre una esfera.
En la esfera
la lluvia danzaba tratando de romper las entrañas del mundo cotidiano, llevaba dentro de sílos brazos de un Dios que había estado en reposo
desde el instante de la plena conciencia.”
A partir de aquí Ylonka va abriendo su Caja de Pandora, llena de ideas que ella misma desconocía…
 Ángeles, demonios, convicciones que se ven zarandeadas por la realidad para resurgir fortalecidas, preguntas a Dios sobre lo que se considera injusto, todos estos temas convergen  en la eterna pregunta, ¿quiénes somos? ¿de dónde venimos? ¿hacia dónde vamos? Para llegar a la única respuesta posible: el amor. Porque –como diría Emil Ciorán- “la pregunta es la respuesta”;  el cuestionamiento permanente, nuestra forma de existir.
Y la escritora continúa escarbando. Cito:
“Desde que Dios habita en los cielos
 las preguntas han quedado sin respuestas;
 solo podemos tener días
en los cuales la historia se evapora en el mito
y en las ceremonias de la idealidad.”
Pero el amor incuestionable, ese  que comienza con la entrega, con el abandono al Creador y a su voluntad, un abandono que ya no tiene preguntas, definido por la aceptación,  es el único estado que nos puede llevar a la paz.
Aunque este proceso no es fácil, hay que pelearlo, trabajarlo, penetrarlo, e Ylonka lo hace con símbolos como el círculo refiriendo a la eternidad, o reiterando la caída de la tarde como el inicio de la muerte.
Y el bosque permanente, inmutable, que nos ampara o que nos asfixia, la dualidad de la existencia, pero ante todo, como en el caso de Ylonka, el atisbo de una verdad no desentrañada a la que sólo podemos acceder cuando renunciamos a todo.
Dentro del bosque es un libro sumamente importante en la carrera de Ylonka Nacidit, y un punto de referencia para la literatura dominicana hecha por mujeres. En estos textos la autora se percibe como la escritora culta y angustiada, que utiliza un lenguaje apretado de imágenes que muchas veces nos lleva a las profundidades de su ser. De ahí que este libro,  se meta en los vericuetos de la filosofía existencial, utilice recursos propios de neo conceptismo, para arribar a la luz de la fé, una fé que la lleva a arrebatos de misticismo.
Ylonka Nacidit define mejor que nadie sus latidos cuando escribe el texto Anhelos. Cito:
“He querido levantar una catedral de anhelos
donde una sola mujer pida a Dios mirar a sus criaturas
para honrarlas con la noble dignidad de la vida.
Mi catedral no se construirá en suelo alguno,
no será un lugar para expurgar los miedos,
no tendrá vitrales
ni sus techos serán aparentemente inalcanzables;
estará despojada de los estallidos
de florescencia;
no tendrá símbolos de
realeza,
no será un tesoro deslumbrante de enormes
proporciones arquitectónicas,
 ni aún con columnas ni losas color gris;
 no será de suntuosos relicarios.
…una catedral incierta, desconocida para los
orfebres,
la haré en la primavera;
la levantaré sin subordinarme
al conjunto de las mentiras que tejen
los que custodian las púrpuras togas;
esta catedral –que los creyentes no verán–
es para hacer llorar al espíritu humano,
ese espíritu que necesita alcanzar la luz
sin hallarse en un ábside de reminiscencias."
Antes de conocer los textos de Thomas Merton -monje cisterciense, considerado como uno de los grandes místicos del S. XX- mi acercamiento a Dios  trataba de buscar explicaciones, razones, imágenes de referencia cuando  trataba de orar, hasta que al fin pude asumir que todo existe en su gran amor y que todo y todos somos Él.
El libro de Ylonka Nacidit Perdomo puede acercarnos a estos conceptos, y abrir nuestros corazones a un totalidad armónica donde el único recurso para subsistir es el amor.

Jeannette Miller



El equilibrio de la vida en la novela de Ángela Hernández




Por Jeannette Miller

Ángela Hernández es una prestigiosa escritora dominicana, con una obra amplia y seria que abarca poesía,  narrativa,   ensayo,   investigación…   renglones en los que ha obtenido éxito. No hablaremos de sus premios en casi todos los géneros que ha trabajado, aunque todavía le falta el más importante del país, que hace tiempo merece. Tampoco voy a hablar de su persona; un ser humano que parece deslizarse en medio de una vida procelosa y brillante, sin permitir que la penetren las oscuridades.
Cualquiera que la ve con su bondad a flor de piel, tono de voz pausado y melodioso, pero, sobre todo, una sonrisa “beatífica” -como hubiera dicho Manuel Rueda- no imagina la fuerza de sobrevivencia que guarda su mente, pero por encima de todo, su inmenso corazón.
Y esto lo confirman sus textos, desde el cuento Masticar una  rosa, la noveletta Mudanza de los Sentidos, y hoy, la que considero la obra mayor de esta saga: Leona o la fiera vida, novela que publica ahora con acierto el sello Alfaguara.
Por la calidad de sus escritos y por el prestigio de la casa editora, hacía tiempo que yo deseaba que Alfaguara publicara a Ángela, o que Ángela publicara con Alfaguara. El momento llegó, y como resultado podemos tener en la mano un libro con todas las de la ley, al que desde ahora le auguro  grandes éxitos.
Leona o la fiera vida es una novela que abarca tantos aspectos, que me he propuesto abordarla desde algunos de ellos, por considerarlos los más representativos para mi.
El primero es el uso del vocabulario muy unido a la identidad y al perfil sicológico de sus personajes. La mayoría oriundos de Quima, (su natal Buena Vista) el pueblo-paraje que podríamos afirmar como el Macondo de Ángela, donde todo es posible; principalmente la solidaridad, la piedad, la igualdad,  y en ese mismo sentido, todos los sueños.
Como en una película de Passolini, el lector ve desfilar los echadías que cojean, los pequeños comerciantes que van de puerta en puerta y a los que les faltan dientes, el maestro de escuela dictatorial, la yegua llamada Batalla, el guardia amenazante, el rico engreído pero, sobre todo, las mujeres; dueñas y verdaderas protagonistas de todo. Mujeres viudas, mujeres engañadas, mujeres abandonadas, mujeres pobres, desarrapadas... que entretejen lazos de atraccción y rechazo, donde no importa que una sea chismosa, agresiva o puta para contar con la solidaridad de las otras, en los momentos cruciales de su vida.
Son tantos los personajes y tan diversas y mágicas las situaciones, que a veces el nombre de la persona no importa, sino el hecho; esos hechos que van de la más simple y pura cotidianidad, para convertirse en ejemplos de un drama conmovedor, como el intento de violación a Leona por parte de su cuñado; o el final feliz de un cuento de hadas, cuando encuentran las tres monedas de oro que dejó Enmanuel enterrados, por si moría, cuando viajó enfermo a la capital.
La nominación de su entorno, que es el aspecto más bello de esta novela sumamente descriptiva, va cargado de un lirismo que Ángela asegura utilizando los adjetivos como epítetos (fiera vida, gorda mata) elementos que aportan a su narrativa un ritmo poético que, aunque apenas se percibe, funciona perfectamente. Asimismo, en medio de un párrafo narrativo y solo separado por una coma, inicia en mayúscula lo que dijo una persona dentro de la narración de Leona; aunque otros parlamentos están señalados con los signos ortográficos que demandan, pues son parte del acontecer inmediato.
Desde el más pequeño de los insectos, hasta la escala apabullante de árboles enormes y tupidos, siempre respaldados por el bloque de montañas azuladas, los nombres de las hojas, de las plantas curativas, de las raíces, de las cárceles de selva húmeda, de los alimentos, tal y como los llaman en Quima, de sus ecosistemas, sus gentes, sus costumbres…    te envuelve; en un viaje retrospectivo, donde no solo nuestra historia reciente, sino las huellas de “lo inicial”, se registran, se evidencian… y el río permanente, el río de la vida  que arrastra, que vadea y se devuelve, que retoma su curso, como si las manos de la escritora fueran guiadas por Heráclito.
La narradora  mezcla tipos y niveles de lengua, que en ella son permitidos, y al lado de un término campesino encuentras un vocablo culterano, pues sus personajes y lo que hacen, resultan más importantes que la Era de Trujillo o la Guerra de Abril, acontecimientos históricos que sólo sirven de telón para que haya mudanzas y cambios en la familia, que afectan y definen a su miembros. Como el hermano amado, Virgilio, arquetipo de inteligencia y de bondad que se convierte en revolucionario y que está presente en la novela solo a través del amor de su familia y principalmente de su hermana Leona. O el odioso Lorenzo, jugador, bebedor y abusador, hermano mayor que solo las utilizaba para su provecho y que terminó enganchándose a la guardia, pero a quienes ellas perdonaron porque era su familia; los limosneros y pedigüeños que iban día día a esperar la generosidad de Beba, la madre viuda, pobre también, cabeza de familia, mujer espartana, madre coraje, que se envolvía en una coraza de órdenes militares  y estrictas exigencias morales, para que sus hijas estudiaran e hicieran las labores del hogar, y así asegurarles un futuro y protegerlas de las malas lenguas y el descrédito.
La vecina que te pasa los víveres; la otra que sale preñada de un bandido que la abandona; el terrateniente con varias queridas… pero también   una niña que juega pelota mejor que un niño, un joven adolescente con voz atiplada adornando la misa de los domingos, y una desquiciada que tocaba el acordeón de su padre muerto, como una virtuosa.
Muchos pudieran catalogar Leona o la fiera vida de novela costumbrista, pero ¿qué texto que aluda a la realidad y a sus entornos no lo es?
La vida y sus circunstancias; las leyes del azar y la violencia; y cómo respondemos a ellas… Esa es, en el fondo, la verdadera estructura de la novela. Una novela que tiene dos grandes protagonistas: Leona, narradora y personaje alrededor de quien se desarrolla lo que se cuenta. Escritora desde el inicio del cosmos, bendita por la “causa” y destinada a soñar para encontrar la verdad de las cosas… Y Beba, su madre, omnipresente, física o mentalmente, en esos permanentes recuentos de la memoria en los que Leona asocia todo lo nuevo con lo que ha vivido.
También es muy importante, su permanente declaración de creencias, espirituales, su filosofía de vida: la consustanciación del hombre con la naturaleza, la capacidad milagrosa de repetir las oraciones, la búsqueda del “fondo de su alma”, y principalmente esa ley que esgrime, que cuestiona desde el inicio del libro y que solo puede ser respondida con amor: “Algo se me daba, algo se me quitaba. Si recibía, ya debía prepararme para perder”
Aunque parezca mentira, la novela de Ángela Hernández está salpicada de citas de los místicos católicos, de grandes autores literarios de occidente y de pensadores orientales; con todo, estas alusiones que confirman sus puntos de vista, no disgregan el texto. Porque la escritora como dueña de lo escrito esgrime sus permisos a conciencia. Así vemos mezcla de vocabulario, agresiones a las reglas de puntuación y citas propias de una persona sumamente leída en boca de un personaje rural, por lo que podríamos afirmar que esta novela, resulta un texto sumamente contemporáneo.
La escritura, casi barroca,  de Leona o la fiera vida no le ha sido fácil a Ángela Hernández; la diversidad de mundos que abarca (el real, el imaginario, el deseado…) y lo heterogéneo del vocabulario que utiliza, han podido encontrar un equilibrio que hubiera parecido imposible a cualquier otro autor
Pero Ángela Hernández es una de nuestras mejores escritoras-escritores. 
El pleno dominio de su oficio le ha permitido jugar con la ficción y plasmar una escala de valores, de convicciones y creencias que la definen como Ser.
Para mejor definirla tomamos del texto que cierra la novela.
Cito:
Por alguna razón nací al mismo tiempo que Batalla,
Por alguna razón fortalecí mis huesos escalando pendientes y vadeando ríos,
Por alguna razón aprendí la pauta del equilibrio cargando cientos, miles de bidones de agua sobre mi cabeza erguida.
Por alguna razón mi mente mantenía el control en los momentos de peligro, hasta sortearlos…
Por aguna razón poseía ojos alagartiados y nombre de fiera.
Por alguna razón el agua del amor humedecía constante mi alma rebelde…


Algo se me daba, algo se me quitaba.
Lo que tengo lo debo a lo perdido;
lo que soy a lo que nunca pude ser…

6 de diciembre de 2013.