Wednesday, April 27, 2011

La Mañosa: una excelente fotografía de los inicios del siglo XX dominicano.

Por Jeannette Miller.

Referirse a Juan Bosch como el más importante escritor dominicano, resultaría un lugar común. Su amplia producción literaria que abarca desde el ensayo político, el cuento, la novela y hasta la didáctica, -recordemos su texto Apuntes sobre el arte de escribir cuentos (1958)-, lo mantienen con una vigencia indiscutible, sostenida por la calidad de su factura en todos los géneros en que ha incursionado.

Sin embargo, son sus ensayos sociales y políticos como Composición social dominicana (1970 en República Dominicana y De Cristóbal Colón a Fidel Castro (1970), además de sus archifamosos Cuentos escritos en el exilio, las obras que han servido para darle un perfil como escritor, dueño de un estilo claro, directo, equilibrado y rotundo; realista, pero no exento de poesía, donde no sobra ni falta nada.

Estas características lo han convertido en nombre inaplazable para cualquier antología o estudio del cuento y del ensayo político en América que abarque el siglo XX.

Juan Bosch escribió dos novelas, La Mañosa (1936) y El Oro y la Paz (1976 ¿?), las cuales no han tenido la difusión o “el pegue” de las obras nombradas con anterioridad. Sin embargo, La Mañosa, resulta un texto imprescindible para completar la verdadera estatura de este escritor, grande en las letras de América y para afirmar su inserción en la llamada novela de la tierra latinoamericana

El crítico argentino, Enrique Anderson Imbert afirma que: "La novela hispanoamericana surgió como la crónica inmediata de la evidencia, que jamás alcanzaría el grado de la ... conciencia".1.

Desde la primera mitad del XIX, hasta los años de 1940, inicialmente las novelas aparecieron como crónicas de lo acontecido, insertas en el desarrollo de un siglo lleno de propuestas iluministas e independentistas. La primera protagonista fue la Naturaleza, su vencimiento, su conquista. Luego se dio paso al dictador y más tarde a la masa explotada, en una variable de la novela de la tierra que se denominó novela de la re­volución mexicana: ambas modalidades abarcan, a grandes rasgos, desde Facundo de Domingo Faustino Sarmiento (1811-1888), publicada en 1845, hasta Doña Bárbara, de Rómulo Gallegos (1884), que salió a la luz en 1929; sin olvidar a Horacio Quiroga (1898-1937) con Los perseguidos en 1905, Mariano Azuela (1873-1952) con Los de abajo en 1915, ni y a José Eustaquio Rivera (1889-1928) con La Vorágine en 1924; argentino, venezolano, uruguayo mexicano y colombiano, respectivamente, estos nombres establecen las características de ese primer período de la novela latinoamericana que dio sentido al postulado “civilización contra barbarie”.

En República Dominicana esa misma época abarca desde la Independencia (1844), sigue con la Restauración (1863-1865) y luego con el establecimiento del racionalismo de la escuela hostosiana, para sufrir la intervención norteamericana desde 1916 hasta 1924, y el inicio, en 1930, de la dictadura de Rafael Trujillo, que duró 31 años.

Una continua inestabilidad producida por los alzamientos revolucionarios y los gobiernos y dictaduras que eliminaban a sus opositores empeñando económicamente al país, produjo en la segunda mitad del siglo XIX dominicano, textos como el Enriquillo (1882, 2da edición completa) de Manuel de Jesús Galván (1834-1910), novela indigenista endeudada con el romanticismo, y ya entrado el siglo XX, La Sangre ( 1914 ) de Tulio Manuel Cestero (1977-1955), y Over (1939) de Ramón Marrero Aristy (1913-1959), que trataban, respectivamente, la dictadura de Ulises Hereaux –Lilís- 0( 1845-1899 ) y la explotación en los ingenios azucareros.

Con algunas excepciones, la mayoría de novelas que se escribieron no excedían lo testimonial, crónicas rurales y provinciales, algunas de corte romántico, que presentaban una calidad discutible como género.

La Mañosa, de Juan Bosch (1909-2001), publicada en 1936 por la Imprenta El Diario, de Santiago, República Dominicana, fue quizás la primera novela dominicana que sirviéndose del realismo logró la coherencia tiempo-espacio, descripción y narración, manejo de tipos y niveles de lengua, creación de personajes que representaran la época, además de ubicación en el momento político y en el entorno geográfico, cualidades que la convierten en una obra que, aunque cabe dentro del “realismo de la tierra”, inserta cambios que la diferencian de esa gran corriente que ocupó la novela de América Hispana por casi un siglo, y que en 1936, casi terminaba.

El mismo Bosch afirma en 1966 que: “La Mañosa fue escrita con un propósito estrictamente literario. La Mañosa obedeció al plan de elaborar una novela en la que no hubiera un personaje central ni caracteres de carne y hueso que pudieran atraer la atención del lector y ‘robarse el libro’. En La Mañosa no debía haber ni siquiera un tema desenvuelto con los requerimientos normales de intrigas, la habitual `lucha` del bueno y del malo que tanto atrae a los lectores, la presencia de la mujer cuyo amor es el premio ofrecido al `bueno` como recompensa…En La Mañosa… el personaje central sería la guerra civil, y todo los seres vivos que desfilaran por las páginas del libro…deberían ser… víctimas de ese personaje central… -pero- quedaba por resolver un aspecto importante: el de la forma:… -para esto- la solución era describir los efectos, no la revolución en sí misma.”

Estas palabras de Bosch explican las características modernas que presenta la novela, y en la que podemos comprobar:

  1. Ambigüedad sobre quién es el bueno y quién el malo.
  2. Ausencia de protagonistas absolutos.
  3. Una estructura que, aunque lineal, está llena de inserciones, a veces cuentos hechos por otros, que subvierten tiempo y espacio.
  4. Un uso de la descripción que a veces desplaza la narración.

Pero veamos el contenido: La Mañosa, a la que Bosch subtituló La novela de las revoluciones, está escrita como el racconto permanente de un niño-narrador- Bosch, que reconstruye su vida en el campo y sus experiencias cuando le toca ser testigo de una época de revoluciones y alzamientos. Un rancho grande a la vera del camino, un padre trabajador y honesto, una madre igualmente trabajadora y abnegada, un hermanito, los peones y vecinos… frente a los cuales la vida rural, apacible y noblemente afanosa, se va convirtiendo en un infierno de miedos, sorpresas e injusticias traídas por la guerra.

La montería como medio de vida que luego facilita el escondite de los alzados; la nobleza de los vecinos y vecinas que están prestos a ayudar en las peores circunstancias; la solidaridad humana de algunos personajes por encima de sus preferencias políticas; van tejiendo una trama dónde el verdadero planteamiento es ético (las guerras no sirven para nada, sólo traen violencia y destrucción), y el problema sustancial: ¿cómo reconocer en medio de ese caos, quién es bueno y quién es malo? Estas respuestas van apareciendo en la medida que se suceden acciones sorprendentes realizadas por personajes que estaban encasillados como lo contrario.

Dos buenos ejemplos son: Morillo, un ladrón y asesino montonero que es fiel a sus amigos y hasta expone su vida por ellos; y el general Fello Macario, ejemplo de liderazgo rural, hombre de condiciones verticales y que, sin embargo, en un momento dado asesina a inocentes porque le conviene políticamente. Esa dicotomía permanece dentro de los bandos en pugna, los del gobierno y los rebeldes alzados, llegando a un punto en que los dos grupos se convierten en la misma cosa.

Bosch destaca la aberración sanguinaria y el hambre de poder de muchos de los que se metían a la guerra para disponer de armas y de mando. Y, por otro lado, la inconsciencia de los jóvenes que se enganchaban como el que iba a una fiesta de empalizá.

Ubicada en los inicios del siglo XX dominicano, donde los alzamientos, golpes de estado y asesinatos de presidentes y caudillos estaban a la orden del día, la novela se desarrolla en un paraje del Cibao Central, entre Bonao y Río Verde. El texto, en este sentido, está construido casi como una autobiografía por las características de algunos personajes, sus nombres y su accionar.

Utilizando un estilo realista que excede la estampa costumbrista para convertirse en una fotografía de época. En este texto de Bosch la descripción iguala a la narración y a veces la supera, en magníficos atardeceres y juegos de luz sobre la campiña desolada, sin olvidar la cotidiana iluminación del rancho, que cambia según la naturaleza y los estados de ánimo.

Allí, entre los rayos del sol y la luz lechoza de las jumeadoras, el escritor construye párrafos verdaderamente maestros que se convierten en paradigmas no sólo de la mejor literatura dominicana, sino del continente.

Por otro lado, el manejo del habla rural, en contraposición al uso lleno de casticismos de la familia de Don Pepe, permite marcar las diferencias entre los personajes, que abarcan incluso su manera de pensar. Un buen ejemplo resulta cuando al referirse a los hijos que se van a la guerra, la madre española dice:” -¿Y no sospechan lo que sufre una madre? Y doña Carmita, la vecina campesina, le responde: -Peor es que salgan ladrones o pendejos, doña”. 3.

Bosch divide la novela en dos partes: Revolución y Los vencedores. En el primer tiempo es tanta la importancia de la descripción que se podría afirmar que la interacción paisaje-habitat desplaza las acciones y los hechos convirtiéndolos en meros motivos para edificar una memoria personal y sumamente visual, ligada a la ruralidad.

El sol, sus luces y sombras, son un personaje. Bosch se sirve del astro para dar el tono que exige la escena: frío, calor, tristeza, alegría, misterio, miedo, esperanza… elementos que primero sugiere la luz omnipresente anunciando los acontecimientos.

Sí, La Mañosa es la novela de las revoluciones, pero es también, la novela de la primera niñez de Bosch, lo que le ayuda a la construcción de un estilo mezcla de realidad y poesía realmente conmovedor.

Uno de los hitos descriptivos resulta ser el general Fello Macario, el momento en que aparece por primera vez en la novela con su tipo de criollo “indio” -muy parecido a Desiderio Arias-, el sombrero ancho, los pantalones estrechos de cabalgador, pero sobre todo, su permanente voz de mando y sus maneras respetuosas, inmutables, reforzada la imagen por una actitud humanitaria que lo convierte en un ícono popular

Por el otro lado, don Pepe, extranjero-español, padre del niño-narrador, un hombre rojo y alto, lleno de bondad, amor al trabajo y responsabilidad con los suyos y los no suyos; dueño de La Mañosa, la mula que le tomó tiempo y trabajo domar, pero que era la niña de sus ojos y que, en un acto de extrema solidaridad, le presta a su amigo, el general Macario, para que después de largo tiempo un desconocido la encontrara abandonada y se la llevara casi moribunda.

Se afirma que la mula La Mañosa constituye un símbolo de la República Dominicana en esa época; un país que siendo un paraíso, por intereses oscuros, por egoísmo e irresponsabilidades, por ese ejercicio de mañas ancestrales, se diezmaba cada vez más.

Otro aspecto a destacar de esta novela resulta la espiritualidad religiosa que arrojan algunos pasajes ligados a la madre; la ternura que proporciona a sus hijos y su fe conmovedora en Dios, a quien recurre en los peores momentos que deben enfrentar, en medio de una guerra sangrienta, irracional e injusta. Dentro de este aspecto, el punto más valioso es la identificación de Bosch, niño-narrador, con todo ese ascender que provoca la pronunciación de las oraciones en voz baja, la luz tenue de las velas encendidas, la presencia de una imagen de la virgen o de un crucifijo, la sensación de que cuando rezas y crees en Dios, estás protegido:

“…me gustaba rezar. Encontraba un placer delicioso en estar de rodillas, las manos juntas sobre el pecho, todo el cuerpo lleno de luminosa dulzura, seguro de que Dios estaba oyendo mis palabras. Una gran bondad me invadía, sentía la carne liviana, casi en trance de volar….

Orábamos en la habitación de mamá, que en el primer nudo negro de la noche, se llenaba de sombras… Era tal el silencio que a veces nos rodeaba, que las cuentas del rosario, golpeaban entre los dedos de mamá, y sonaban como piedras lanzadas en madera”.4

En la década de 1930, ya Borges (1899-1986), Miguel Angel Asturias (1899-1974) y otros escritores latinoamericanos se habían enfrentado a la novela tradicional, representada por el realismo de la tierra. Por el contrario, Rómulo Gallegos (1884-1969) publicaba doña Bárbara en 1929, una de las cumbres del postulado “civilización contra barbarie”. La Mañosa de Juan Bosch, impresa en 1936, resulta un paso hacia delante en relación a lo hecho como novela realista, no sólo en República Dominicana, sino en América Latina. Los cambios que introduce en su estructura, la proponen como un tránsito hacia la literatura latinoamericana que se haría en las décadas de 1940 y 1950.

La llamada “nueva novela latinoamericana” se inició con los escrito­res que aparecen en los años cuarenta quienes tenían en común su preocupación por el lenguaje. Todavía en esa década se llevaba a cabo un proceso de tránsito entre la antigua literatura naturalista y docu­mental, y la nueva novela diversificada, critica y ambigua que comenzaron a hacer además de Borges y Asturias, Felisberto Hernández (Montevideo, 1902-1964), Macedonio Fernández (Buenos Aires, 1874-1952), Roberto Arlt (Buenos Aires, 1900-1942) y otros, para luego de los años de 1950 establecerse el realismo mágico de Rulfo (1917-1986), García Márquez (1927), y Vargas Llosa (1936), entre otros muchos

En Santo Domingo, Los Ángeles de hueso (1967) de Marcio Veloz Maggiolo (1937) y Escalera para Electra (1969) de Aída Cartagena Portalatín (1918-1994), introducen la experimentación y el absurdo en la novela dominicana, apoyados en un manejo del lenguaje como el instrumento que sostiene sus maneras de novelar. Con los años, la obra novelística de Veloz Maggiolo se convierte en la más importante de la segunda mitad del S. XX dominicano.

Lo cierto es que las novelas iniciales que sólo reflejaban, de manera testimonial, la naturaleza inhumana y las relaciones sociales inhumanas dentro de una escala de valores simplista y épica y asumieron su primer cambio en la literatura de la revolución mexicana al introducir la ambigüedad -los héroes pueden ser villanos y los villanos pueden ser héroes-. A partir de entonces, la certeza se convirtió en duda; la fatalidad en contradicción; el idealismo romántico en dialéctica irónica… Esta ambigüedad fue asumida por Bosch en La Mañosa, con un diseño de personajes donde todos, de cierta forma son protagonistas, porque el protagonismo lo aportan las circunstancias, que se van desenvolviendo como un río en crecida que lo arrasa todo para volver a la quietud cuando terminan las revoluciones.

Para sintetizar La Mañosa citamos: “La amenaza de la revolución para- lizaba las vidas. A cada momento se la creía ver aparecer en el recodo de la Encrucijada, arrasándolo todo”5 Y esas vidas paralizadas ante el azar y la violencia han estado presentes a lo largo de un siglo XX ocupado por dictaduras, revoluciones y autoritarismos, donde las circunstancias y los hechos sólo han cambiado de nombre.

Siempre se ha dicho que la literatura es un ejercicio de la memoria, una garantía de que lo crucial de nuestras vidas se rescata. También se ha afirmado que un fotografía dice más que mil palabras, porque incluyendo todo lo enfocado, destaca el o los objetos que son principales para el fotógrafo, reflejando así su “punto de vista”. Con La Mañosa, Juan Bosch logra ambas cosas.

Por un lado, recupera un momento trascendente de la historia dominicana de principios del S. XX, incluyendo una buena parte de su niñez de su entorno y de sus experiencias primeras. Por otro, maneja de manera sobresaliente la capacidad de trasmitir a nivel visual personajes, ambientes y situaciones, en una estricta escala de importancia. Los niveles maestros que logra en este intento, no sólo consolidan a Juan Bosch como un nombre crucial en la literatura nacional y continental, sino que proponen La Mañosa como una magnífica novela, que además resulta ser una excelente fotografía de los inicios del siglo XX dominicano.

Citas

1. Enrique Anderson lmbert, Historia de la Literatura Hispanomericana. Colección Breviarios. Fondo de Cultura Económica, México. Pág. 147.

2. Juan Bosch Palabras del autor para la tercera edición.1966. La Mañosa Novela de las revoluciones. Dirección de comunicaciones Banco de Reservas de la República Dominicana. Amigo del Hogar, SantoDomingo, República Dominicana 2002. Págs.15 a17.

3. Juan Bosch. La Mañosa. Novela de las revoluciones. Dirección de comunicaciones Banco de Reservas de la República Dominicana. Amigo del Hogar. Santo Domingo,
República Dominicana 2002. Pág. 55.

4. Juan Bosch. La Mañosa Novela de las revoluciones. Dirección de comunicaciones Banco de Reservas de la República Dominicana. Amigo del Hogar. Santo Domingo, República Dominicana 2002. Págs. 49 y 50.

5. Juan Bosch. La Mañosa. Novela de las revoluciones. Dirección de comunicaciones Banco de Reservas de la República Dominicana. Amigo del Hogar, Santo Domingo,
República Dominicana 2002. Pág. 73

Bibliografía de referencia

· Alcántara Almánzar, José. Antología mayor de la literaturadominicana. (Siglos XIX y XX). Prosa (2000 y 2001).Dos Tomos. Editora Corripio. Santo Domingo. República dominicana

· Anderson lmbert, Enrique.Historia de la Literatura Hispanomericana. Colección Breviarios. Fondo de Cultura Económica, México. 1966.

· Bosch, Juan. La Mañosa. Novela de las revoluciones. Dirección de comunicaciones Banco de Reservas de la República Dominicana. Amigo del Hogar, Santo Domingo,
República Dominicana 2002.

· Collazos, Oscar; Cortázar, Julio;y Vargas Llosa, Mario. Literatura en la revolución y revolución en la literatura. Siglo XXI Editores, México.1970

· Hars, Luis. "Los Nuestros", Editorial Sudamericana, Buenos Aires, 1968.

· Fuentes, Carlos. La nueva novela hispanoamericana (1969). Cuadernos de Joaquín Mortiz; 4. México: 1974.

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